EL EFECTO ALFA

Era agosto y los profes nos preguntábamos cómo podríamos comenzar las clases el próximo curso. Estábamos preocupados, veíamos casi imposible poder guardar la seguridad de nuestros alumnos. ¿Cómo podremos protegerlos del Covid? ¿Cómo vamos a poder guardar las distancias de seguridad que nos piden las autoridades si el espacio que tenemos para poder respetar la distancia es justo la mitad del que nos piden? Ojalá pudiéramos correr las paredes, pensábamos a veces. Pero no contábamos con el factor Alfa.

Cuando en septiembre llegamos, todo eran juntas de coordinación, todo eran órdenes, propuestas… tan pronto te encontrabas con una reunión de profes para decidir cuál era la mejor forma de entrar al principio de la jornada como te los encontrabas por el suelo señalando con flechas por dónde caminar, igual los veías en una videoreunión, como de rodillas en sus aulas marcando los sitios de mesas y sillas. El servicio de limpieza llevaba desinfectando el colegio desde el mes anterior, los conserjes, secretaría, el AMPA… Esos días fueron propios de una película de Almodóvar. No había funciones, horarios ni espacios propios. Todos estábamos preparando la llegada de los más importantes, los niños. Y aún así, la mayoría pensábamos que en unas semanas nos volverían a confinar, que todo el esfuerzo no iba a ser suficiente, pero no contábamos con el factor Alfa.

¡Llegó el primer día de clase! El alumnado llevaba 6 meses sin pisar su querido colegio. Llegaron como son ellos, con energía, cargados de vitalidad, de ilusión, de vida, más nerviosos que otros cursos, pero concienciados hasta donde no podíamos imaginar de que había que cumplir con todas las reglas preventivas que los profes les dijéramos. Venían muy sensibilizados de sus casas, muy preparados por sus familias, sabían lo que se jugaban, no querían volver a estar encerrados, ni volver a ver el parque vacío desde sus ventanas, ni ver cómo el polvo se acumulaba en el sillín de sus bicicletas, No querían cómo la hierba inundaba el patio de recreo, ni poder hablar con sus abuelos solo a través de la tablet.

Fue entonces cuando el factor alfa entró en acción y los profes nos comenzamos a relajar. Todo comenzó a funcionar perfectamente, sólo hubo que informar el primer día de qué normas de protección tenían que seguir y el segundo día del colegio todo funcionaba ya como un complicado engranaje pero de la forma más sencilla posible. El factor Alfa eran nuestros pequeños, que habían unido a toda la comunidad escolar en un mismo objetivo: la protección frente al Covid.

Mil Gracias chikis por haberlo hecho tan bien.

5º A

UN CURSO DIFERENTE

Este curso, que está a punto de finalizar, ha sido muy especial para todos nosotros.

Cuando comenzamos en septiembre, nos embargaban un cúmulo de sentimientos y emociones: alegría, por poder volver a la “normalidad” después del confinamiento; tristeza y tensión, porque pensábamos que los nuevos maestros y el curso iban a ser muy duros; angustia, al tener que enfrentarnos a las medidas de seguridad para evitar contagiarnos; incertidumbre, al tener que compartir clase con niñas y niños diferentes a los dos años anteriores.

Poco a poco nos fuimos adaptando a nuestro nuevo entorno. Todos hemos sido muy respetuosos con el protocolo sanitario para evitar contagios no deseados, aunque ha sido una lata tener que estar todos los días con mascarillas o sin poder jugar con los chicos y chicas de otras clases en el recreo. Tampoco nos hemos podido sentar juntos con nuestros compañeros ni hacer grupos de trabajo y, lo peor, nos hemos quedado sin hacer excursiones.

A pesar de todo, volviendo la vista atrás, hemos pasado un buen curso. Funcionamos muy bien como grupo y hemos hecho grandes amigos. Nos respetamos y ayudamos y hemos pasado muy buenos momentos juntos.

No nos vemos la sonrisa, debido a las mascarillas, pero todos sabemos que despedimos el curso con una.

Firmado: alumnas y alumnos de 5ºB